Tengo tantas emociones guardadas que sinceramente no sé en qué orden empezar a contarlas. Este pasado 30 de mayo disputé mi 5º triatlón de distancia Ironman tras dos veces IM Lanzarote, IM Vitoria y IM Barcelona. Desde octubre de 2019 que competí en Calella no me había vuelto a enfrentar a los 226 kilómetros más míticos del mundo. Principalmente porque el COVID-19 nos cambió la vida y hubo que adaptarse a los nuevos tiempos.
Como os he ido contando a lo largo de este blog, opté por posponer Ironman Niza – mi gran objetivo para 2020 – para 2022 y centrarme en este TradeINN 140.6, que al ser Campeonato de España, estaba más que garantizado. La jugada salió bien y por suerte todo se puso de cara para poder estar en la línea de salida de una prueba apasionante y conseguir mi 5ª medalla de finisher de la distancia que más me apasiona.

EL VIAJE
Se apuntaron a la expedición mis 4 hijos – no podían faltar – mi madre y mi primo como ayuda primordial para que la abuela no abortara misión y se encerrara en un retiro espiritual en algún lugar perdido de una montaña gerundense. Aunque Lucas (11), Jacobo (9), Pablo (7) y Bosco (6) son “mayores” y tienen más sentido de la responsabilidad, no dejan de ser niños y digamos que algo intensos. Así estaría bien la definición.
Salimos de Boadilla del Monte el jueves a las 16:00 de la tarde. Por delante un largo viaje. Pasando por Leganés a recoger a Ricardo, teníamos por delante 800kms muy divertidos. El “Cuánto queda, Papi?” se ha hecho más famoso que el “¿Cuánto queda Jose Francisco?” El objetivo era claro: llegar a Girona aunque fuera tarde pero amanecer tranquilamente el viernes en Playa de Aro. Estrategia perfecta. A las 00:30 aproximadamente llegamos al Hotel Planamar ( espectacular todo) y poco más tarde ya estábamos descansando para empezar a vivir la bonita aventura que teníamos por delante.

VIERNES DE RECONOCIMIENTO
Pude dormir bastante bien, aunque es cierto que ya con ciertos nervios y deseando bajar a la calle para empezar a respirar ambiente de Campeonato de España. Tenía muchos amigos por allí y estaba como loco por querer comenzar a vivir momentos con ellos. Nos merecíamos el volver a disfrutar del triatlón en toda su esencia después de unos meses durísimos y donde incluso buenos amigos míos han abandonado este deporte. ( Burgueño, te echaré de menos).
Me preocupaba el circuito de bici. La subida y la bajada a Sant Grau era un mono tema entre los participantes y necesitaba saber algo más sobre ella. Cogí la bici para hacer las 2 horas que Santamaría me había puesto con un bloque fuerte de 15 minutos. Si era posible ver algo del recorrido, mucho mejor. Diego Infante me lo puso en bandeja. Me escribió y me dijo que salían con el Club de Tri de Bétera para subir el primer puerto, bajarlo e ir a Playa de Aro. Me valía el plan.

Por la tarde, Diego me invitó también a ver Sant Grau en coche. Bendita decisión. Era fundamental ver ese tramo porque estaba cerca del final de la bici y tenía una bajada muy peligrosa que era importante conocer. Objetivo cumplido.

SABADO PRE CARRERA

Salí a correr por el paseo marítimo para mover un poco las piernas y meter cinco minutos a ritmo alegre. Desempolvé las Next2 (ya había ganas) y acabé con las mismas buenas sensaciones que había tenido entrenando: en mi mejor momento físico y anímico. Y encima me crucé con el crack de Iván Álvarez. Respeto máximo por este tío.
Amanecí el sábado con una sonrisa que me iluminaba la cara. 24 horas para la gran cita. Me desperté tarde. Sin prisa. Mis hijos estaban felices. Playa, piscina, gimnasio y jacuzzi en la azotea del hotel… Vamos, Hollywood para ellos. Si están bien, yo estoy feliz. Por lo tanto, gracias a mi madre y mi primo, tenía cero preocupación en ese sentido.

Por la tarde llegó la hora del siempre temido Check In. Pegar pegatinas, colocar dorsal, preparar bien todo lo indispensable y llevar la bici al famoso parking situado al lado de la feria y del pabellón de deportes donde ya había recogido el dorsal el día anterior.
Había quedado con los del grupo de Whatsapp que montamos algunos amigos que habíamos competido en KOA DISTANCE. Rubén, Ricard, Ibai, IronManu, Laura, Javi Pérez, Carles, Michel, Álvaro… ¡Qué grandes todos y qué bien lo hemos y estamos pasando en la post carrera! Después de colocar la bici en el dorsal 581, nos fuimos a tomar “algo”. Digo algo porque era para vernos en la terraza. Un agua, un café solo, otro nada… Vamos, un cuadro. No hicimos precisamente lo que se dice una buena caja para la cafetería. Ya habría tiempo de cervezas y atracones. Unos más que otros, por supuesto. Sobre todo en la semana post Ironman. (Dejemos las palmeras y los donuts ya, por favor )

El día había pasado volando. Al final quieres descansar pero es imposible. Sin duda es lo que más tensión me genera en un evento así. Las horas previas son duras. El tener todo controlado, que no se olvide nada. Venía con los deberes hechos. Me encontraba muy bien tanto física como mentalmente a pesar de los típicos traumas pre competición que nos salen. Un picorcillo de garganta que no sabes si va a acabar en algo más serio, dolor de cabeza repentino, algo de tos y un poco de afonía… vamos, que no falla. Siempre igual. Quieres estar tan bien el día de la prueba, hay tanto sacrificio detrás, que el cuerpo humano es sabio, sabe que tienes un estrés brutal y aparecen pequeñas cositas que te piensas que van a arruinarte la carrera. En la T1 me encontré con muchos amigos. Cómo mola ver caras conocidas en las carreras. También me saluda bastante gente de las redes sociales. «¡Vamos Emilio, Vamos Tri4dream!» Alucino con el alcance de las RRSS. Y eso que no llego ni a 3000 seguidores. También me encontré con Gurutze Frade. Me encantó entrevistarla en «Entrevistas del confinamiento» y tuve la suerte de verla en Playa de Aro recién llegada de EEUU donde había quedado 5ª y conseguido su pasaporte para Kona. Uno más.


Intenté acostarme pronto, pero era imposible dormir. Muchos mensajes de ánimo de la gente que se preocupa por ti deseándote suerte, un poco de final de Champions ( otra vez será, Pep) y el podcast de “El Partidazo” de la Cope para intentar conciliar el sueño con un poco de fútbol. Necesitaba cambiar el chip. Y lo conseguí. Caí como un bebé y me desperté por primera vez poco antes de sonar la alarma a las ¡04:15am!
RACE DAY
Había llegado el día. Este momento me apasiona. El preparar todo para salir hacia la T1 sabiendo lo que te espera debe de ser algo parecido a lo que sienten los toreros antes de ir a la plaza. Ellos se juegan la vida, nosotros llevamos nuestro cuerpo al límite de los límites.
Mis hijos dormían profundamente. Alguno incluso roncaba. Estaban reventados. El plan era que aguantaran hasta justo el final y que salieran al agua a las 06:30 que era cuando llegaríamos a la playa. Por suerte acerté de pleno con el hotel, ya que estábamos enfrente de la salida. Cuando vas con niños este aspecto se convierte en algo primordial. Para ellos y para mí.
Mi madre me acompañó a la calle. A las 05:30 había quedado con Javi Pérez para ir juntos a la T1. Qué momento. El silencio de la noche paseando hacia el centro de Playa de Aro imaginándonos cómo iba a ser la carrera. Piel de gallina. Alucinante.

La T1 del parking estaba abarrotada. Impresionaba el silencio a pesar de haber más de 1000 triatletas allí. Concentración, ilusión, tensión y ganas, muchas ganas. Era el momento de comprobar que todo estaba bien: presión de las ruedas, comida para la bici y la carrera, zapatillas, gorra, geles para la maratón… Todo en su sitio. En algo más de hora y algo volvería a este lugar con la adrenalina por las nubes.

Llegué a la playa 30 minutos antes de la salida. Busqué a mi equipo por si acaso ya estaban allí. ¡Vaya si estaban! Habían cogido el primer sitio en la valla cerca de la salida del agua con unas pancartas que me emocionaron. Es increíble ver a 4 niños a las 6 de la mañana con esa cara de ilusión, sin una queja, prestos y dispuestos para animar a su padre. A mí estos momentos me dan la vida. Me ponen como una moto y cada brazada, cada pedalada y cada zancada, va por ellos.

En la orilla estaban calentando los pros. Había un grupo de 5 personas que estaban hablando con una de las grandes favoritas de la carrera y sin duda uno de los grandes reclamos de este TradeINN 140.6. Sí, era Judith Corachán. Me vio, vino hacia mí y nos fundimos en un abrazo que llamó la atención de las cámaras que nos rodeaban e inmortalizaron ese momento lleno de cariño y respeto mutuo gracias a unos valores que ambos tenemos y que nos ha dado este apasionante deporte.

Yo estaba feliz. Donde quería estar. Me despedí de mi equipo y me fui a mi cajón de salida. Por fin iba a competir en mi nuevo 40-44 Age Group. Me coloqué de los primeros. Venía con mucha ambición. Quería hacer una gran carrera. Y había llegado el momento.
Yo sabía que en este sector era dónde más flojo me había sentido entrenando. No es mi fuerte. No disfruto mucho nadando, pero sí me veía bien para salvar con una buena nota los 3800m y arrancar con optimismo mi sector favorito: el ciclismo. Salimos en tandas de cuatro triatletas cada 5” creo recordar. Vi a Carlos Vives con gorro de neopreno delante de mí. Pensé que a lo mejor debí de traerme el mío. Y lo corroboré cuando metí por primera vez la cabeza en el agua. ¡Ufff, qué fría, por favor! Creo que eran 17 grados, pero me parecieron 10. Ni punto de comparación con la Malvarrosa en Koa Distance en octubre de 2020. Pasé unos primeros metros complicados. Tenía frío. Pero frío de verdad. Sé que muchos no lo notasteis, pero a mí me pareció estar nadando en algún país nórdico.

NATACIÓN
Arranqué fuerte a los pies de Vives. Intenté seguirle todo lo posible, de hecho llegué al primer giro a 01:29/100. Qué bien se viene a rebufo, pensé. Sabía que ese ritmo no iba a aguantarlo mucho, pero todo lo rápido que pudiera ir a esos buenos pies iba a ser bienvenido. Volví a mirar el reloj un poco más adelante, ya sin la ayuda de Carlos que se fue, y vi un 01:34/100 que me ilusionó. No sabía si era la corriente o qué, pero me encontré muy bien los primeros metros a pesar del frío.
Fue un espejismo. El ritmo fue decayendo. Cada vez más lento. Acabé frustrado porque cuando más rápido pensé que iba después del giro los 2000 metros, miré el reloj e iba igual. Así que nada, la cuestión era nadar lo más rápido que pudiera y llegar a la orilla para buscar lo antes posible la bici. No hice mal los últimos 1500m, nadando a 01:43/100. Pero necesito trabajar mucho la natación en aguas abiertas (sobre todo en mar), pero tengo un problema: vivo en Madrid. Aunque tengo una bala con mi amigo Alejandro en Chiclana que me debe de dar ese salto de calidad que necesito en este sector.

La playa estaba espectacular. Ambientazo. Me pegué al lado derecho para buscar rápido a los míos. Y los encontré, cómo no. Ahí estaban con sus pancartas y esperándome para chocarme la mano. ¡Qué momento! Les supo a poco y salieron corriendo conmigo hacia la T1. Lucas grabando el momento con el móvil (¡Qué gran trabajo, Luquitas) y Pablo, Bosco, Jacobo, mi madre y mi primo corriendo por la acera a mi lado. ¡Cracks!

Llegué al parking con muchas ganas de bici y algo decepcionado con el tiempo en natación. 01h12´con 4030 metros que me dejó helado. Nunca mejor dicho, porque traía los pies congelados. De hecho tenía pensado salir sin calcetines en la bici pero tenía tanto frío que opté por ponérmelos y eso que ya tenía adelantado para la maratón.
CICLISMO
Fue una transición larguísima y peligrosa. Vi caerse gente en el parking y era el momento de no cometer errores. Había que pisar sobre seguro más que sobre mojado. Cogí la bici helado. Completamente empapado, 08:00 de la mañana, nublado, zonas muy sombrías… No era el mejor menú para entrar rápido en calor. Arranqué tranquilo porque incluso los primeros 4-5 kilómetros iba tiritando.
El sábado por la tarde hablé con mi entrenador, Alejandro Santamaría, para preparar bien la estrategia del día. El éxito o el fracaso de la carrera pasaba por hacer una bici inteligente. Llegué como nunca. Muy fuerte, haciendo entrenamientos increíbles y sabiendo sufrir en condiciones muy duras. Por delante tenía 180km con 2400 metros de desnivel, pero sabía que era mi momento, para lo que había entrenado. Desde que me apunté a Niza 2020 en octubre de 2019, hemos hecho un trabajo espectacular en la bici y llegaba a Girona con una moral y una motivación por las nubes.

La estrategia era clara: no pasar nunca de FTP, máximo 280w en subidas y en el llano sobre 230w. Sobre el papel ahí tenía las pautas claras. No iba a ser fácil controlarse, porque tenía muchas piernas para abrir bastante más gas, pero la sombra de la maratón estaba ahí. «Tranquilo, Emi. No te pases, que luego hay que correr.» Reconozco que hubo momentos donde pensé olvidarme del Garmin y disfrutar de verdad, porque con tanto control estaba como un león en un jaula.
Subí el primer puerto muy fácil. La Romanya era la primera dificultad montañosa del día. Ya conocía el terreno porque fui con Diego Infante y la gente de Bétera a reconocerlo el viernes. Puerto tendido, cómodo y donde casi clavé los vatios establecidos: 275w y 135 de pulso medio. Tenía la sensación de ir en bici eléctrica. Antes de coronar empezó a chispear. Pensé que era una buena noticia. Me gusta el calor, pero no estábamos bien adaptados todavía y prefería una bici fresquita. Pero de repente el chispeo se convirtió en un diluvio universal. Antes de coronar pasé a Ironmanu. Me puse contento al verle. Es un gran chaval. Un apasionado de este deporte.
Comenzó la bajada y rápidamente me di cuenta de la dificultades. En las primeras curvas veo una bici tirada en el suelo y una ambulancia con alguien ya dentro. «Ojo, Emi. Aquí se puede acabar la carrera», me digo a mi mismo. Mis ruedas con la pista de frenada de carbono no frena muy allá y con la lenticular ( sí, al final lenticular) el freno de atrás no va muy fino que digamos. Le cojo miedo a la bajada y hago un descenso muy, muy prudente. Solo quería que dejara de llover y que el peligro desapareciera. Tenía 4 niños y mi madre en la meta esperándome y no quería complicarles el día y que acabara en un hospital por hacer el loco.
En mitad de la bajada, pillé un bache y salió volando el porta bidón Aero Pouch. Estaba en una zona complicada, con mucha lluvia y muchos triatletas bajando. El porta bidón se quedó en el medio de la carretera y quería buscar el momento seguro para recogerlo. Por suerte llegó una moto de la organización y me lo acercó. Con el Aero Pouch no podía hacer nada, estaba partido, pero necesitaba ese bidón. Ahí llevaba 120gr de hidratos de carbono de Maurten con cafeína para el último tramo de la carrera y no se podía quedar ahí en el suelo. Se llevaron el porta bidón y luego me di cuenta que ahí se me quedaron 3 barritas de Keepgoing de Triforza que me estaba tomando cada 45´. Tampoco me volví loco. Sabía que estaba en un Ironman y son cosas que podían pasar. Hay que mantener siempre la calma y saber gestionar las dificultades en este tipo de pruebas.

Pero había un problema. Tenía 3 bidones para dos huecos. Uno de agua, otro de Maurten con comida para 3h30´ ( llevaba poco más de 40´ en la bici) y el que se cayó al suelo. No tuve otra opción que meterme el bidón caído en el bolsillo trasero del mono y apechugar. No fue fácil. De hecho, todavía tengo la zona derecha de la espalda dolorida 6 días después de la carrera. Al ir acoplado se me clavaba a la espalda cual cuchillo jamonero, pero era la única solución hasta que me terminara el otro bidón de Maurten tres horas y pico después.

La lluvia no cesaba. Era increíble. El Garmin se cambiaba solo de pantalla por la fuerza de las gotas. Lo pasé mal. No iba nada cómodo y solo pensaba en que parase de llover. En 2018 tuve una caída brutal y desde entonces le tengo bastante miedo al suelo.
Poco a poco el día se iba despejando. Al fondo visualizada el sol y eso me hacía feliz. Recuperé las buenas sensaciones camino del segundo puerto de la jornada, la subida a la Ganga, de menos dureza que el primero. El objetivo era el mismo: controlarme y no calentarme. Eran poco más de 3 kilómetros con un paisaje precioso. Allí me encontré con el gran Ximo Rubert, Capo del mítico Elche 113 Arenales y profesor mío en el curso de entrenador en aquellas míticas tardes en el INEF de Madrid. Me puse a su altura, le dije quién era ( compartimos buenos ratos en twitter) y seguí mi camino. Me puse contento al verle. Es un crack.

Coroné con unos números de nuevo bastante buenos. 270w y 136 de pulso. Voy muy cómodo, la verdad. Mi cerebro tenía dos lados: el malo que me decía que le diera caña y el bueno que me recordaba constantemente la dichosa maratón. Estábamos en un Ironman, no en una cicloturista, pensaba. Tenía que controlarme y no dejarme llevar por las emociones.
Después de los dos primeros puertos teníamos un falso llano con muchos toboganes donde disfruté mucho del paisaje y de la sensación de ir adelantando constantemente a gente. La verdad es que como nadé regular tuve que recuperar bastantes posiciones. Si no me falla la memoria ahora mismo, fueron 354 puestos del agua al término de la bici. En el Garmin tenía un lap de 1h por este tramo donde sin duda es el más rápido del circuito, a pesar de algún punto conflictivo y algún camino de cabras que nos complicó la vida. Hice 36 de media en esta mini contrareloj a 220w. Pensándolo ahora en frío, aquí reservé demasiado. Tenía que haber apretado más, aprovechar lo bien que voy acoplado y lo fuerte que me siento y haber recuperado todo, o casi todo el tiempo perdido bajando la Romanya. Pero la maratón seguía rondando la cabeza con el dichoso St. Grau de fondo martilleándome la cabeza y tenía que concentrarme para no ponerme en zona 70.3 acoplado.

Y así nos plantamos en Pellaia con otro buen bloque rápido de una hora con muchos toboganes y con las mismas buenas sensaciones. Iba con el IF (intensidad) un poco bajo. Objetivo era 0,75 (75%) y rondaba siempre el 0,73 y algo. Pero claro, sabía que quedaba el famoso St.Grau con los rampones posteriores camino de meta y pensé que ahí podía clavarlo. Pero me equivoqué.
Llegamos a Pellaia con 100km en las piernas, con el bidón en la espalda pero con ganas. Bien es cierto que este puerto lo subí un poco peor que los otros dos iniciales. Eran 6 kilómetros de ascensión, precioso de nuevo el paisaje pero hice menos vatios (265) y tuve el pulso más alto (146). Es normal, la fatiga empezaba a aparecer y sobre todo el calor, que se empezaba a dejar notar. Por supuesto seguía con la obsesión de no pasarme de intensidad pensando en la maratón. Eso sí, seguía adelantando a mucha gente y eso me daba moral. Fueron 18 minutos de subida a 82 de cadencia media. ¡Muy alegre! Plato pequeño y piernas sueltas para minimizar daños. Si subo a plato, hago el puerto a 300w y eso estaba prohibido en el guión.
Ya con calor y el asfalto completamente seco, tocó arriesgar más en la bajada e ir con todo pero siempre con cabeza ( excesiva) a por St. Grau. Otro falso llano de una hora para llegar a los pies del último coloso de la jornada. Antes de llegar, en una de las bajadas me crucé con Unai Conde. En Koa Distance tuvimos un sano pique en bici, me ganó aquella competición en la maratón y es cierto que me vino a la cabeza ese momento cuando vislumbré su dorsal y su nombre a escasos metros. El fútbol siempre te da revanchas (Larnaca olvidado.. 😉 ), en este caso había que aplicarlo al triatlón. Hablé con él, le saludé y seguí con mi plan, la Operación St. Grau, pero cuando busqué a Conde con la mirada para ver si seguíamos juntos, ya no estaba. Me sorprendió. O yo iba muy bien, o él no lo estaba pasando muy allá.

Alcancé el pie de puerto con un grupo numeroso detrás mía. Quizá eran 10 o 12. Es cierto que pensé que el inicio de la subida estaba en el 160 pero llegamos antes. Fui reconociendo carreteras tras haber pasado por allí el viernes y me planté sin darme cuenta en el lugar que todo el mundo temía. 9 kilómetros de ascensión y una bajada muy peligrosa. Sinceramente no me pareció un puerto tan duro como lo pintaban. Ni mucho menos era Morcuera o Navacerrada, los cuales me había hinchado a subir en estos últimos casi dos años de preparación. Además, hay 2 o 3 kilómetros muy tendidos e incluso con algo de bajada. El plan era el mismo: no pasar de 280w y controlar mucho los esfuerzos. Decidí en las rampas más duras meter plato pequeño y tirar para arriba. Aquí sí vi a mucha gente atrancada y yo subiendo con cierta facilidad mientras adelantaba a lo poco que me quedaba por delante. Quitando los élite y los grupos de Edad tops, poquito entre medias había.
Sin darme cuenta y sin mucho sacrificio en mis piernas llegué a la cima antes de lo esperado con 260w, 150ppm y 78 de candencia. ¡Iba muy bien! Creo que fui un esclavo del Garmin porque tenía más. Mucho más. De hecho me pasaron tiempos de paso por ahí de Strava y le metí 1’03″ a mi amigo Rubén (eres único, Rubia, gracias por tantos y tantos momentos buenos juntos), un doble mundialista 70.3 y gran escalador. Sorprendido también al ver que le saqué 01´07″ a un Pro y «Kona» como Julen Díez, o superando a amigos que son cracks como Mario Orozco o mi ex compañero de equipo Julián Izquierdo (Élite). O ver que me quedé a tan solo 41″ de mi amigo Álvaro Fernández, que luego subió al podio en 30-34. Eso sí, lejos de la increíble Judith Corachán que me metió 01´40″. ¡Vaya sector de bici hizo!

Al llegar a la cima empecé a ver posible el llegar a meta con 30 de media. Estábamos a 27 kilómetros de meta e iba a estar ahí. Aunque el difícil descenso de St. Grau y los posteriores repechos durísimos que había entre bajada y bajada hizo que borrase de mi cabeza el bajar de 6 horas. Volví a perder tiempo en el descenso (tengo que entrenar esto sí o sí) pero subí las duras rampas de camino a meta con mucho poderío. Estaba en la zona más bonita del circuito. A la derecha un acantilado con unas calas increíbles en un mar turquesa que incitaba a pedir el traslado inmediato y a mi izquierda y de frente una carretera solo apta para ciclistas valientes, cosa que cuesta abajo yo no soy.
Bajada increíble, repecho duro. Así 4 o 5 veces hasta llegar a San Feliu de Guixols y de ahí a Playa de Aro. Poco más de 6 horas y unas sensaciones buenísimas para correr. 0,73 de IF, es decir, por debajo de lo que había estipulado, por lo tanto no tenía excusa para hacer una buena maratón. Si había ahorrado en bici, era el momento de morir corriendo. La entrada a Playa de Aro estaba espectacular. Llegué a la T2 con un ambientazo que hizo que me viniera arriba y casi me emocionara. Cuántas veces había pensado en este momento. Había hecho de nuevo los 180 kilómetros de un Ironman con las mejores sensaciones que jamás había tenido encima de la bici y ahora me tocaba correr la ansiada maratón.
SECTOR DE BICI:
Tiempo oficial: 06h07´- Posición general: 204 ( la empecé el 554) – Posición 40-44: 32 de 139
MARATÓN
Bajé al parking y rápidamente me di cuenta que no había muchas bicis. Zapatillas, gorra, gafas, geles, sales y a correr. Transición rápida. Tenía ganas. En la salida de la T2 me encontré con mi amigo Guille, de Las Rozas. Me vine arriba porque es un gran triatleta y siempre está haciendo grandes tiempos. «Ojo Emi que estás con los buenos.» Salimos a correr. Nada más encarar la primera recta vi a los míos en la calle. Primer subidón. «Vamos Papiiiiiiiiiiii». Adrenalina por las nubes. Estaba con muchas ganas y lo pagué. Pensé que Guille era una buena liebre y me pegué a él los primeros dos kilómetros. Mi objetivo era correr entre 04:40 y 04:50. Bajar de 03h30 era un sueño. Empecé fuerte. En el parque del avituallamiento especial me encontré con mi sombra y gran amigo Pedro Echevarría, que iba a darme durante la maratón geles y sales para no ir cargado con ellos. Agradecimiento eterno, Pedrito. Sin ti todo hubiera sido más difícil. Me dijo que iba muy bien, el 42 de mi grupo de edad. Pensé, bueno, no está mal. Aunque teniendo en cuenta mis experiencias en maratón, todo hacía presagiar que ese número fuera en aumento y entrara el 50 o el 60.
Lo bueno de este día es que estaba muy fuerte de cabeza. Seguramente como nunca. La maratón de KOA fue una gran experiencia para mí y aquello fue apenas 6 meses atrás y me ha servido para conocerme mejor en esta distancia mítica. 42 kilómetros son muchos y decidí buscarme un plan mental para llevarlo mejor. Este año he entrenado muchas series de 4000. Es una distancia que tengo interiorizada y decidí que la maratón era un 10×4000. Así, sin más. 10 series de 4 kilómetros y terminamos. Fácil, ¿No? Pues no. jeje.
Tocaba ir a por ello. Esa primera “serie” la hice en 04:45, pero empezó a hacer un calor horrible y en la zona de la tierra, ese bucle interminable lleno de polvo, piedras y mal rollo, me di cuenta que había que cambiar el objetivo. Iba a ser muy difícil hacer una gran marca porque había muchísima gente con una vuelta más que yo que ya estaba andando. Gente muy buena sufriendo demasiado pronto. Algo pasaba, pensé. Y no me equivoqué. La maratón fue una sangría de sufrimiento y gente pasándolo mal durante muchos kilómetros. Tenía que seguir el plan de comida para tener energía el mayor tiempo posible, pero sobre todo no fallar con ningún gel extra de sal de 240mg de sodio de 226ers porque el calor estaba siendo casi inaguantable.

Iba bien. Consciente de la dificultad, pero tenía buenas sensaciones. Después de la zona pestosa de tierra, la entrada en Playa de Aro y el paseo marítimo era otro rollo. Bastante ambiente y muchos ánimos. Justo lo que necesitamos en estas situaciones. Me crucé con mis hijos, mi madre y mi primo. Felicidad absoluta, les choqué la mano y me decían que iba perfecto, con buena cara ( es lo que más le preocupa a mi madre). De entrada al paseo estaba otro punto importante de apoyo. Allí se encontraba grabando y gritando Susana, la mujer de Iván Tejada, grandes amigos del crack de Javi Pardo, un tío al que tengo un cariño especial por lo que vivimos juntos en Lanzarote 2016.
Otro punto clave en ese paseo marítimo era la presencia de Gurutze Frades. Tener en cada vuelta los ánimos y el apoyo de la reina española de la distancia Ironman me llenaba de motivación. ¡Gracias, Guru!
Con todo este popurrí de emociones, teniendo claro lo que me esperaba, me planté en la primera vuelta. Con alegría, sonriendo y con ganas de más. Menos la parte de la tierra, estaba disfrutando de un día increíble. Volví a ver a los niños que corren unos metros conmigo, y con Pedro que me dice que voy recuperando posiciones, que estaba el 37. Eso me animó. Sabía que había mucha gente andando y era posible que si yo estaba fuerte, podía hacer un buen papel en mi grupo de edad.
Fueron pasando los kilómetros y las vueltas. Primera, segunda y tercera. Fui aguantando bien la fatiga que iba apareciendo. Media maratón en 01h45 clavada. Si era capaz de aguantar así, tenía las 03h30 que siempre soñé con conseguir en Ironman. Pero no iba a ser fácil. La segunda parte siempre es más lenta. Casi ley de vida en esta distancia. Había que pelearlo mucho y el día estaba siendo durísimo. Me crucé con John Galindo, buen amigo también del curso de entrenador. Me dijo que lo estaba pasando mal. Corrí un rato a su lado, se me fue y luego volví a recuperarle terreno. Madre mía, estaba corriendo más rápido en una maratón durísima (aunque él llevaba una vuelta más) que un tío de Kona. Ver como Galindo no podía seguirme, me hizo darme cuenta de cómo estaba el asunto.

Volví a cruzarme con Pedro en el avituallamiento especial. Seguía cumpliendo el plan establecido con la comida porque ahí estaba la clave de la carrera. El sol apretaba de lo lindo, casi 30 grados en las horas centrales del día, con una humedad increíble hacían que mi cuerpo estuviera bañado literalmente en sal. No podía fallar bajo ningún concepto con las sales y los geles de sodio.
Y así nos plantamos en los 30km. 05:13 de media con momentos de todo tipo. Me encontraba animado, con ganas pero ya con muchísima fatiga encima. Sabía que la última vuelta se iba a hacer muy larga, pero Pedro me dijo que seguía remontando (ya era Top 30) y eso me dio fuerzas para no decaer. “Emi, la gente va muy mal, si aguantas harás una buena clasificación. Hazlo por los niños que les hará ilusión.” Siempre quieren ver a su padre lo más adelante posible y lo hice por ellos. Tenía que sufrir. Pero estaba preparado.

Volví a cruzarme con Gurutze, que ya me vio mala cara. Me decía que supiera sufrir, que venía lo más duro. Menudo lujazo tenerla ahí dando consejos en ese punto kilométrico.
También conseguí ver a otro amigo del curso de entrenador, Jordi Riu, que me dio también muchos ánimos aunque mi cara ya no estaba para fiestas. Había empezado el verdadero Ironman, pero era lo que quería, ¿no? Volver a vivir estos momentos. Dónde empieza la lucha feroz entre la cabeza y el corazón. Subir los bordillos del parque empezaba a ser casi como ascender a la muralla China. Piernas duras, dolor, cansancio, fatiga. Maratón de Ironman, en definitiva. Había que luchar y sufrir. En Barcelona 2019 supe gestionar bien esos momentos, la maratón de Koa en Octubre me dio otro plus en esta distancia y aquí tenía que demostrarme a mí mismo que estaba listo para el máximo sufrimiento.
Vuelvo a la “Zona Pedro”, pero ya le dije que no quería más comida. No me entraba. De hecho le di mi segundo bidón de Maurten casi entero. Me quedaban algo más de 7 a meta y mi cuerpo ya no toleraba más hidratos de carbono. Me dijo que había vuelto a remontar y que iba el 28. “Vamos Emi, último esfuerzo, aguanta que la gente está muy mal.”

Último paso por el paseo marítimo. Guru volvía a darme ánimos y mi cara ya cambió por completo. El saber que vas a meta te libera por completo mentalmente y ya la carretera casi se vuelve cuesta abajo.
Y así me planté en la contrameta con Pedro y Emilio dándome ánimos y la enhorabuena. Qué felicidad. Qué alegría. Mi quinto Ironman a un sólo giro. “Disfrútalo, te lo mereces”, me grita Pedro mientras graba el momento.
Último giro y enfilo el arco de meta. Busco en la grada a los niños, mi madre y mi primo. Me los encuentro en la Zona Vip como locos. La organización había hecho la vista gorda, se apiadaron de ellos y los habían dejado estar. ¡Qué momento!
Tras Lanzarote 2016, Lanzarote 2017, Vitoria 2019, Barcelona 2019, había que unir a la lista Girona 2021. Mucho esfuerzo, mucha constancia, mucha soledad entrenando, muchos días buenos, pero también otros muy malos. Cansancio, fatiga, algún que otro dolor… pero todo se borra de tu mente el día que cruzas la meta de un Ironman.

Os aseguro que es una experiencia inolvidable. El máximo premio posible al trabajo bien hecho. Como bien diría Michel en el Mundial de Italia 90 tras un Hattrick a Corea del Sur: “¡Me lo merezco! 🙌🏽
Gracias a todos por los ánimos. Me he sentido abrumado estos días con tanta gente acordándose de mí. Pero sobre todo gracias a mis 4 hijos, mi madre y mi primo por darme la oportunidad de vivir un fin de semana inolvidable junto a ellos.
Me voy contento con la carrera que hice. En unas condiciones muy exigentes fui capaz de rendir bien. Tengo clavada la espinita de no haber apretado un poco más en la bici y de haber sido un poco más reservón a pie en los primeros kilómetros. Pero así son las carreras. Vinimos a jugar fuerte y debo de sentirme orgulloso del trabajo realizado durante todos estos meses y del resultado conseguido. La medalla de finisher estaba muy cara y yo me la llevé a casa. 💪🏽
Tiempo final: 11h11’ Posición general: 167 de 1039 y Posición AG 40-44: 27 de 139
SWIM : 01h12 – BIKE: 06h07’ – RUN: 03h39’
#LaQuinta 🤚🏽

Hola amigo. Me gustaría saber si tu promedio de potencia fue de 270w como decís en una parte fue en todo el ciclismo o solo en una parte. Muchas gracias. Saludos desde Argentina
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